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La participación de los padres


Los hijos, más allá de manutención, necesitan el sostén emocional de sus padres. Desde el embarazo, la relación de los padres con el bebé es fundamental y ejerce una gran influencia en el desarrollo psico-emocional: del padre y del hijo

Cuando los hijos cuentan con sus padres suelen ser más sanos. A la vez, los padres bien involucrados con sus hijos lidian mejor con las tensiones de la vida.

Una de las misiones de los padres es establecer límites en la relación de madre / hij@. El padre debe crear lugar para un tercero en esa simbiosis, no se trata de destronar a la madre, sino de integrarse a esa unión, intermediar esa relación, y propiciar la independencia de los hijos.

En los casos de separación de los padres, es muy común que la madre busque acaparar la crianza del hijo, creando así una forma de venganza (“Lo nuestro me lo quedo yo”). Es común que estas madres acaparadoras critiquen al padre por estar prácticamente ausente, cuando en realidad fueron ellas las que generaron que esto suceda. En primer lugar, es necesario que estas madres reconozcan esta forma de actuar y le otorguen al padre su lugar.

Es recomendable que los padres: – Estén lo más presente posible – Aprendan acerca de crianza – Sean creativos con sus hijos (inventen paseos, juegos, conozcan a sus amigos) – Compartan sus necesidades y aspiraciones – Les den responsabilidades a sus hijos, como integrarlos en el cuidado del hogar…

Desde pequeños sabemos reconocer cuando se nos trata con amor. Los hijos valoran que se les dedique atención y cuando esto no ocurre padecen temas de mal comportamiento, déficits de atención, entre otras demostraciones, son simplemente llamados para indicar que hay cosas que no van bien en su familia

Si ya somos adultos y sentimos el deseo de responsabilizar a nuestros padres por nuestras faltas, es tiempo de sanar nuestra personalidad: porque hayan sido como hayan sido, si valoramos altamente y les agradecemos a nuestros dos creadores por nuestra vida, el beneficio será nuestro.  

Te invito a que cierres esta lectura pronunciando estas palabras de sanación:

“Gracias Madre por la vida que me diste. Te tomo como madre, con tus virtudes y defectos. Tú eres mi madre y mi padre es mi padre”.

“Gracias Padre por la vida que me diste. Te tomo como padre, con tus virtudes y defectos. Tú eres mi padre y mi madre es mi padre”.

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