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La clave es perdonar

La culpa nos hace caminar por la vida con miedo porque consciente o inconscientemente creemos merecer castigo por los errores y las faltas que hemos cometido.

Tanto la culpa como el miedo pueden perseguirnos y sorprendernos a la vuelta de la esquina, de esta manera, nos condenan, transformándose en enfermedades, accidentes, fracasos reiterados, pesar, entre otras maneras.

Las personalidades culposas o temerosas suelen ser hijos de padres rígidos, distantes (con ausencias) o que se han sentido víctimas. Por esta razón, su niño interior no logra curarse, y así busca alguna forma de castigarse. 

Si este es tu caso, mantén presente que jamás podrás cambiar los hechos de tu pasado, pero que sí puedes perder buena parte de tu presente y futuro si vives arrepintiéndote de lo que viviste, por lo que lo único que tiene sentido es cambiar la interpretación de esos hechos, para no arrepentirnos más.

Para librarte de la opresión, la salida es perdonar y sanar tu mundo lo más que puedas. Si no lo hacemos convertimos la vida en una experiencia de expiación, así nos castigamos de forma inconsciente una y otra vez.

Es tiempo de entrar en la reparación. Elige el compromiso de reconciliarte con tu pasado para vivir plenamente tu presente y encarar tu futuro con dignidad. Hazlo en primer lugar por ti: lo agradecerás.

Ejercicio para perdonar y abandonar la culpa y el miedo

Escribe las situaciones más importantes para ti que te hayan generado culpa y miedo, recuerda y cuéntate a ti mismo esos momentos en los que te has sentido maltratado.

Luego de que hayas soltado todo eso, escribe una conclusión de perdón. Puedes iniciar diciendo algo como esto:

“Reconozco lo impactante que han sido para mí estas lecciones. Todas forman parte de mi evolución, así como mi actual decisión de perdonar.

Me perdono y perdono a quienes me han maltratado. Me comprometo a tener una relación más sana con mi vida, dejando atrás la culpa y el miedo…”

Y sigue… fluye con tus emociones, deja salir lo que antes tenías aprisionado. Cierra tus ojos y conéctate con tu niño interior, escúchalo, él tiene una gran sabiduría acerca de ti.

Declárate como una mejor persona. Comprométete a que tu expresión no sean solo palabras y ejecuta tus resoluciones sanadoras.

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