Todos tenemos defectos, por ello es normal que se compliquen las circunstancias con los integrantes de nuestra familia. Cuando esto ocurre, a veces creemos que la distancia va a solucionar la situación (y ciertamente el distanciamiento a veces es necesario); sin embargo, sólo la distancia no hará el trabajo, ya que nuestro corazón, nuestra mente y nuestra alma, son los encargados de hacer las reparaciones necesarias en los puentes rotos.
Te transmito unos puntos orientativos para lograr el perdón y la reconciliación:
Reconoce tus faltas y contempla cuán valioso es tu vínculo con el otro.
Haz tu mejor esfuerzo para definir tus emociones, procura adentrarte en lo que sientes y percartarte de qué necesitas para sentirte mejor, eso te ayudará a entender mejor lo que te ocurre.
Imagina cómo se puede estar sintiendo el otro, sé empático.
Mantén presente que todos cometemos errores, y a la vez: todos podemos hacer algo para repararlos.
Siéntete capaz de crear el momento para tratar los asuntos pendientes. No esperes a que la iniciativa venga de la (s) otra (s) persona (s).
Al tratar el asunto, no generalices. Frases como: “Nunca entendiste nada”, “Jamás me cumpliste”, «Tú no cuidas»… causarán malestar. y cerrarán al otro. Preferiblemente habla de cómo te sientes y comparte tus ideas para que la relación vaya a mejor.
No caigas en reiteraciones cansadoras. Actuar como una metralleta hace perder la paciencia, y aumenta las posibilidades de que el otro se desenchufe de la conversación.
Visualiza armonía en tus vínculos, sobre todo en tus vínculos familiares, son permanentes, hazlo en primer lugar por ti, porque tu propia vida sea más bonita.