Los hermanos son, por lo general, las primeras relaciones que tenemos entre pares, lo que no quiere decir que entre los hermanos exista la misma jerarquía, porque, incluso entre gemelos y mellizos, hay uno mayor y otro menor, y este orden debe ser tenido en cuenta.
Desde pequeños los hermanos compiten por el amor de los padres; es por ello que es normal que surjan rivalidades. De hecho, incluso se llega a decir que los hermanos que no se pelean, no son hermanos.
Estos vínculos nos enseñan a convivir, a reconocer al otro, ser fraternales, manejar las frustraciones, entre otras tantas cosas.
Los primos también pueden jugar un rol muy importante en el aprendizaje acerca de las relaciones, para avanzar en los terrenos del compartir, ser solidarios, confiar, y tanto más que resulta necesario para evolucionar en la vida.
Tener una buena relación con tu hermano (y de alguna manera todos somos hermanos) nos enseña a compartir, desprendernos y desapegarnos, lo cual es muy necesarios para congeniar. Las personas que son individualistas, o que actúan como si fueran hijos únicos (tengan o no hermanos de sangre) tienen este reto de aprendizaje.
La relación que tenemos con nuestra familia la vemos reflejada de diferentes maneras en nuestras dinámicas con nuestras parejas, hijos, en el trabajo, amigos, y en todos los ámbitos en los que nos sumerjamos.
Llevamos con nosotros nuestras dinámicas familiares, porque al nacer ocurre algo parecido a cuando nos invitan a una fiesta y vamos. Nos encontramos con una variedad de opciones que tal vez ni imaginábamos, y la podemos pasar de las mil maneras.
Un hecho común en las familias es que los hermanos mayores se ven más implicados en las dinámicas familiares que los que nacieron luego. Los hermanos menores se encuentran más liberados, por lo que les corresponde agradecer a sus hermanos mayores por el simple, pero significativo hecho, de haber nacido primero.
Esto también ocurre porque los padres están más inseguros durante la crianza de sus primeros hijos, en cambio, ya han adquirido más confianza al educar a los menores, lo que les permite relajarse y ser más permisivos, aunque a la vez como estos hijos por lo general van quedando en casa cuando comienzan a irse los mayores, los padres los consienten para retenerlos.
Cuando fallece uno o los dos padres, uno de los hijos suele envestirse del rol de ‘padre sustituto’, y eso crea una relación especial con sus hermanos, pero recordemos siempre: papá es papá y mamá es mamá. Es común que este rol de ‘padre sustituto’ haya sido escogido de manera inconsciente por los mismos padres, quienes perciben ciertas capacidades en este hijo, y demuestran su elección mediante hechos contundentes o relativos.
Todo eso, y mucho más, tiene la hermandad, que nos hermana con los otros y con nosotros mismos.