Cuando los miembros de la pareja provienen de culturas diferentes las dos partes han de estar conscientes de que su relación implica un reto, porque la Constelación Familiar propia no debe imperar por sobre la de la pareja, pero en estos casos hay más factores en juego, entre ellos: posibles conflictos idiomáticos, hábitos alimenticios, país de residencia, tradiciones distintas…
Es imperante que los dos miembros procuren ser abiertos para comprender lo mejor posible la cultura de su pareja y darle su merecido lugar, para lo que no es posible seguir únicamente o de forma estricta los modelos de las familias en las que han crecido.
En estos casos corresponde crear una familia basada en valores interculturales. Por ejemplo: si él es chileno y ella polaca, la familia que ellos creen no debería ser ni chilena ni polaca, sino “chilaca” o “polachi”, como más les guste. Lo básico es que logren una comunión de los valores.
Es muy probable que haya choques (sobre todo al principio), por lo que en estos casos se recomienda que la pareja se siente a negociar hasta llegar a acuerdos. En estas conversaciones es importante plantear por qué determinados asuntos son importantes para cada uno, pensar escenarios posibles y alcanzar la mejor comunión.
Con amor, todo es posible, a veces olvidamos eso, sin embargo, cuando lo recordamos rescatamos nuestro más grande poder: el de la transformación.
